Pasen... que no muerde

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Desde ya, muchas gracias por visitar este sitio, no deseo más que sea de vuestro mayor agrado.
El propósito de este blog es acercar la lectura a los lectores. Es tratar de reconstruir ese puente que une la imaginación con la realidad para así poder cruzarlo cuando nos plazca, sin temores ni prejuicios. La lectura entendida como el "mejor ejercicio para lograr pensamientos fuertes".
No hay criterios para la selección de los escritos que se públicaran ni consejos para interpretarlos, pues interpretar (-pensar-) es exclusivo de cada uno.
Ojalá que en Este espacio se animen a sentir, a oler, a llorar, a criticar, a perdonar. Ojalá se animen a leer a fluir...
-Comparte tú lectura-
Esteban Muler.-


18 jun 2010

A la memoria del Tuerto.-

"Estoy convencido de que existe una etapa entre la infancia y la adolescencia, una etapa maravillosa donde el niño-joven tiene plena conciencia de todo lo que hace pero sabe disimularlo bajo la apariencia inocente de la niñez..."

Década del 90.

No recuerdo si era sábado o día de semana, pero sospecho que fue un sábado porque mis padres estaban en casa, dormían su sagrada siesta. Era un día de mucho calor. Recuerdo que teníamos absolutamente prohibido hacer el más mínimo ruido mientras se dormía la siesta y recuerdo con perfecta claridad que injustos son a veces los adultos!! Ellos duermen y nosotros teníamos que mantenernos en silencio vaya a saber cuantas horas! no se podía jugar, ni gritar, ni salir al patio, y de la calle ni cerca de la puerta!, cualquier conducta que perturbara la siesta era merecedora de una severa penitencia, peor de las que tocaban por un aplazo en la escuela, (los niños siempre comparan todo) por no respetar la siesta de los adultos era chancletazo, o no salir luego o no usar la bicicleta, o el family game, o lo peor de lo peor: dormir la siesta con ellos en la misma cama!!! Que espanto no nos dejaban salir de su habitación. Adultos vagos que por nada del mundo se privaban de su modorra.

He aquí que con Ariel, mi hermano menor, no podíamos hacer otra cosa a la siesta que jugar a los muditos hasta que claro, más temprano que tarde, terminaba el juego con alguna pelea y con seguridad los dos en penitencia, ya para ese entonces, tenía varias penitencias en mi haber por lo que había entendido que siempre era preferible la penitencia en compañía de mi hermano que sólo, así la penitencia se olvidaba más rápido.

Sucede ser, que de mis amigos el que más prohibiciones tenía para salir era yo, si no era por la siesta, eran por las notas del colegio (nunca, nunca fui buen alumno, cuando no malo era regular), otra razón era por ser el mayor tenía que cuidar de mis hermanos más chicos. Como envidiaba a mis amigos, siempre estaban en la calle, no importaba el día ni la hora, como si no tuvieran casa y yo que solo quería estar dando vueltas en la calle!

Esa tarde, vinieron mis amigos a buscarme, que bien adiestrados estaban sobre como proceder en determinadas horas del día, ya conocían los horarios de trabajo de mi padre y de mi madre, también las horas de descanso. Pero nada es imposible a esta edad, todo es cuestión de valientes y planes secretos, con destreza inaudita no aprendida en la escuela, saltaban casi medio metro de altura y se agarraban de la reja de la ventana de mi cuarto que daba a la calle, espiaban quien estaba dentro, porque a veces alguno de mis padres dormía la siesta allí, (supuestamente era más fresco mi cuarto que el resto de la casa, si hasta para dormir su bendita siesta me usurpaban y me sacaban de mi propio cuarto!!). Una vez que comprobaban que no había peligro suavemente golpeaban la ventana hasta que escuchaba y me asomaba. Cuantas veces pasaron más de hora y media golpeando la ventana y no me enteraba hasta que ya nada les importaba y empezaban gritar desde la acera. Claro que no gritaban mi nombre, se gritaban entre ellos como si pelearan, así yo escuchaba y me asomaba o si escuchaban mis padres directamente los ignoraban (todo tenía una estrategia). Que gracia me da ahora recordarlos, sentados en el cordón de la acera con una cara de aburrimiento que se los llevaba el diablo, matar el tiempo con una piedra, una tiza para escribir en las paredes o comiendo una naranja, no teníamos más preocupaciones que no saber que hacer y en la calle siempre hay algo para hacer. Volviendo a esa tarde, recuerdo ese deseo incontrolable de querer salir que me quemaba por dentro, estaba eufórico, me superaba la idea de estar con mis amigos vagando por ahí. Me encontraba solo en mi cuarto y escuche antes de que golpearan la ventana la risa de uno de mis amigos que se acercaban, salte de la cama a la ventana como un felino, ellos no entendían mi rostro y mis ojos saltones, me saludaron y me dijeron si salía y le dije que no me dejaban pero que me quería ir igual y como buenos amigos me apoyaron incondicionalmente para hacer lo que no tenía que hacer. Así que les pedí que me esperaran en la esquina para que no hicieran ruido, cuando baje de la ventana estaba firme mí hermanito Ariel en la puerta del cuarto, había escuchado toda la conversación y estaba más dispuesto a salir que Yo, lo note en su mirada, estaba preparado a extorsionarme con tal de probar lo prohibido, -Yo voy con vos- dijó sin titubear, NO le contesté de inmediato, y gritó! Era clara su intención, si no lo llevaba conmigo no salía ninguno porque me iba a delatar y escaparse de la casa en plena siesta era una falta gravísima, no podía correr riesgo alguno, así que le dije que bueno, pero que iba a hacer todo lo que Yo le dijera y que no iba a hablar con ninguno de mis amigos. (todavía sigo sin comprender porque nunca quise que se hablara con mis amigos. Me imagino que por celos)-bueno- me contestó alegremente. En puntas de pies cruzamos la cocina hasta llegar a la puerta del patio, la cual se cerraba con candado, sacamos el candado y dejamos la puerta cerrada pero sin trabar, corrimos hasta el fondo de nuestro enorme patio (había tres gallineros vacíos y un pequeño galpón lleno de chatarra), subímos como gatos al techo, y nos dirigimos hacía el frente de la casa nos sujetamos de un poste de alumbrado público y nos deslizamos hacía la libertad...

Estoy convencido que por la manera en que Ariel subió al techo y como bajo por aquél poste, este ya había fugado veces anteriores, pero solo lo pensé, era mí hermano menor y no era conveniente para mí reputación que él tuviera mas andanzas que yo.

-Bueno vámonos- dijé. -Y a dónde vamos?- contestó Ariel. -Vamos al río.

El río Suquia, un río que atraviesa la ciudad de norte a sur, es un río muy bonito con la salvedad de que cuando su lecho franquea mí barrio (La República de San Vicente) es un verdadero basural. En aquel entónces todavía no existía la costanera y la vegetación era abundante, constituía un ecosistema perfecto para cualquier tipo de insectos. Igualmente nos fascinaba caminar por ese estercolero donde tanto tesoros habíamos descubiertos. Largamos a andar, Ariel caminaba siempre un paso detrás de nosotros, no hablaba con ninguno de mís amigos, es como si viviera su propia aventura sin nosotros (siempre sospeché que poseía una inteligencia distinta a la nuestra). Fue entonces que, después de caminar un par de cuadras que Nicolás, el más ciruja y callejero del grupo propusó: Nos metamos al río. Confieso que la idea no me gustaba, el río estaba muy sucio y crecido, tampoco podíamos esperar a que la ropa se nos secará para regresar a casa porque seguro ya estarían despiertos mis padres, también porque ya conocía muchas historias de este río, varios ahogados, entre ellos un tío de mí abuelo. Pero era menos grave meterse al río que quedar como un cobarde con el grupo y mientras aún especulaba en mi cabeza todas estas contradicciones, mis amigos, incluido mi hermano ya se habían descalzado y quitado la ropa que escondieron entre la maleza para que nadie se las robara una vez en el agua.

La verdad es, que fue muy divertido. Entre chapotazos y chistes, perdimos la noción del tiempo y del lugar, jugando a desafiarnos fuímos adentrándonos en el río, jugar en la contra de la corriente es divertido y peligroso, salvo que a esa edad lo divertido nunca es peligroso. Nicolás se me acercó y en secreto me propusó que nos saliéramos del agua y les arrojáramos piedras a Juan y Ariel, (ideas más que comunes entre nosotros), salimos rápido para no darles ventajas y desde arriba justo cuando nos disponíamos a cometer nuestro propósito en contra noté, que Ariel se hundió, así de repente, sus ojos se abrieron eran enormes y se le pusieron rojos de desesperación, pero lo que mas me asustó fue que se hundió con la boca abierta, se estaba ahogando!, Juan que trató de sujetarlo también se hundió con él. En ese instante me acordé de cuantas veces me habían explicado porque se ahogaban las personas en esta parte del río, los OJOS DE BUEY!!!. Estos eran pozos en el fondo del río, que por efecto de la corriente un día podían estar en lugar y al día siguiente en otro en su base hay lodo y algas que chupan hacía abajo y es muy difícil salirse, en uno de esos pozos estaba metido mi hermano y ahora mi amigo Juan. Nicolás y Yo no podíamos movernos estábamos paralizados mientras en desesperados y fallidos intentos de Juan para ayudar a mi hermano, gritaba iracundo que lo ayudáramos y nosotros seguíamos ahí paralizados, de repente escuchamos que desde arriba los arbustos que nos rodeaban se movían con fuerza no alcanzamos a ver que pasaba estábamos atónitos y alguien desconocido se zambulló en el agua, volvímos nuestras miradas al río y apareció desde abajo del agua una persona que sujetó a mí hermano con un brazo y con el otro a mí amigo, los sacó del ojo de buey y los arrimó a la orilla. Salió del agua y, nos dijo: “manga de estúpidos tengan más cuidado que se van a cagar ahogando”, luego se fue.
Este superhombre, no era anónimo, por el contrario era un famoso y peligroso delincuente del barrio apodado el “Tuerto Petete” al que era preferible perderlo que encontrarlo. Pero lo más importante fue su valor y coraje, salvó la vida a dos desconocidos arriesgando la suya sin vacilaciones.

Ninguno de nosotros habló de lo que pasó aquella tarde, implícitamente hicímos un pacto de silencio que hoy rompo sin temor a fallar a mí palabra y la confianza de mis amigos. Buscamos nuestras ropas, nos secamos como pudimos y nos fuimos sin largar una sola palabra, Ariel y Yo pudímos regresar sin que nuestros padres se dieran cuenta de nuestra ausencia.

Casi un mes después, tal vez un poco más, el barrio entero se conmocionó. Todos hablaban de un operativo policial, hubo una persecución después de un asalto a mano armada, hubo disparos, y un malhechor abatido por la justicia, un tal “Tuerto Petete” había muerto ....

-LAS PROPINAS EN LA LATA DE LOS COMENTARIOS-
GRACIAS POR LEER

3 comentarios:

  1. DIVERTIDO,DESESPERANTE,Y MUY AMENA SU LECTURA.
    ADEMÁS HAY UN MENSAJE IMPORTANTE..A VECES QUIEN MENOS ESPERAS TE TIENDE LA MANO Y TE SACA DEL POZO.NO IMPORTA SU CONDICIÓN,NI SU APARIENCIA,NI EL LUGAR QUE OCUPE EN LA SOCIEDAD.
    Tu fiel lectora.
    MARIA.

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  2. Las cosas no son lo que parecen y las apariencias engañan.
    Gracias por su comentario María.

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  3. Hay un psiquiatra vienés genial que dice que hay gente decente y gente indecente en todos los grupos étnicos, religiosos, sociales, etc.... qué linda historia!

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