Carta a los amigos.

“El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, de abrazar a mi especie en una criatura amiga.”
F. HÖLDERLIN.



Aunque uno de nosotros no estaba presente en la mesa, la velada resultó sencillamente exquisita para el alma, que por estos días a menudo me reclamaba un poco más de atención y, que solo anoche después de varias semanas, entre brindis y brindis el alma tuvo su alivio.

Como explicar la dicha que sentíamos en especial la mía, de tener presente en mi casa a estas personas tan ricas honrándome con tanta sutil simpleza que hacen grandes todas esas pequeñas cosas que me rodean a diario, que miro pero a veces no veo. La presencia de mis invitados me hizo recordar que todavía puedo orinarme de la risa (mearme en los pantalones) de las cosas que me avergüenzan de mí (que increíble!) que puedo sentirme perdonado de mis pecados y coronado por mis virtudes.

Conocer. Conocer y sentir la humildad en los huesos para poder admirar con orgullo sus grandezas que demuestran con austera elegancia y firme confianza; mis más altos invitados no dejaban de recordar historias que nos unen en el presente, alumnos con asistencia perfecta en quince años de primaveras, eneros, tormentas, madrugadas, risas y lágrimas. Las horas corrían pero esta vez el tiempo no apresuraba a ninguno, seguro que es porque en este momento como en tantos otros compartidos con anterioridad el alma se siente agasajada y nos lo reconoce con la memoria, con la memoria inmediata de ese recuerdo para siempre.

Juntos formamos una sociedad de irresponsabilidad ilimitada, que cotiza en lo más alto del mercado de las aventuras en una sociedad del primer mundo. Luego de un rato de escuchar a mis comensales, en especial a mi querido GRINGO, monarca de todas las conversaciones, entendí que por ellos también he llegado a querer a tantos otros que se multiplican en mi memoria como recuerdos felices que me lisonjean y, no puedo olvidar que por Mí otros más han sido queridos por ellos de la misma manera. Mis amigos, excelentes payasos en la ciencia de diseñar anécdotas perfectamente inolvidables. Dueños absolutos de la atención de los presentes de cualquier reunión y servidores de cualquiera de los presentes. Me enseñaron a usar la bandera de la paz en los campos de batalla y ser un heroico luchador, que el perdón alivia el espíritu y nos devuelve la vista; que hay que creer en los deseos de los brindis y dormir todo lo que haya que soñar. Porque ellos me confirmaron las palabras de Homero: “Porque la amistad solo puede darse entre hombres buenos”.

A Pablo, Mariano, Alexis, Santiago ETERNAMENTE GRACIAS por haber compartido una pizza y varias cervezas.-

A cada uno, un profundo abrazo, profundísimo.

-LA PROPINA SE DEJA EN LA LATA DE LOS COMENTARIOS-
GRACIAS